Curioso y amante del dibujo desde pequeño. Artista freelance que se confiesa adicto a las libretas y los lápices. Hombre que entiende la ilustración como un relato, y con ella narra sus historias.
Albert Soloviev es el ilustrador que nos enseña la belleza que se esconde tras la
tristeza. Debe su éxito a las redes sociales, más concretamente a
su Instagram, convirtiéndose en la ventana donde colgar sus creaciones. Estas han sido bautizadas por el público como “Las chicas tristes de Albert Soloviev”.
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"Lo bonito de marchitarse" de Albert Soloviev. |
Sus dibujos son
magníficas mezclas de tinta y acuarela que nos muestran unas mujeres
que transmiten belleza y dureza a partes iguales. Ambos sentimientos
conviven en sus ilustraciones y no se entienden uno sin el otro. Soloviev habla de la nostalgia, del amor y de la tristeza. Pero también habla de la belleza, la dulzura y la delicadeza. La intensidad con la que se transmiten estas sensaciones a través de las hermosas chicas que dibuja se ha convertido en la seña de identidad del artista.
Y por si no era
suficiente, Soloviev acompaña sus ilustraciones con profundos textos
a los que también rodea un halo de bonita tristeza que termina por
cautivar al lector. Sin duda, sus obras son una combinación perfecta
de literatura y dibujo que los usuarios de las redes han sabido
apreciar y admirar como se merecen. Ninguna de sus ilustraciones pasa ya desapercibida tanto dentro como fuera de la web y son pocos los que no reconocen al instante uno de sus dibujos.
Aunque parte de culpa de su éxito también la tienen los libros que han ilustrado sus chicas tristes, entre
ellos, “El Sexo de la Risa” y el reciente “Grecia”, de Irene
X; o “Intranerso”, de Turista en tu pelo. Ambos escritores, y
amigos, también deben su fama a las redes sociales; una muestra más
de cómo están ayudando a catapultar a grandes talentos y artistas
de todos los campos.
En su página web podemos
consultar sus colaboraciones, comprar sus ilustraciones y conocer un
poco más de él:
"Un dibujo que ni fu ni fa del Pato Donald cuando apenas sabía sostener un lápiz. Otro de David contra Goliath y mi profesora de preescolar paseándolo por las clases de los mayores junto a mi cara roja mirando al suelo. Un elefante para colorear. Yo lo coloreo gris. “Es que los elefantes son grises”, le digo a la profesora. Me mira con cara rara. Gano un concurso de dibujo con 8 años. Me regalan un reloj que no me gusta. Gano otro con 10. Me regalan un libro que se llama la Mariposa Blanca. En una página, la maldita mariposa come zanahorias para volverse naranja. Desde entonces no como zanahorias, estoy bien así. Dejo de dibujar. Sigo sin dibujar. Descubro los cómics y manga. Vuelvo a tener ganas de coger un lápiz. Me armo de ilusión y termino decidiendo estudiar Telecomunicaciones porque ya “hay mucha gente que dibuja y que lo hace mejor que tú”. Acabo odiando todo lo que tiene que ver con cables, teléfonos, centralitas y programación de cualquier cosa. Acabo odiando todo. Todo menos los lápices, los bolígrafos y las acuarelas. Acabo aquí.
Hola, soy Alberto."
Así se define a sí mismo
Alberto, el hombre detrás del artista.
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